El año
pasado, cuando recibí la carta de aceptación para la beca de La Valija para ir a Barcelona, estuve
muy alegre porque España me había hecho soñar hacía mucho tiempo. En esta época, quería viajar para entender
más sobre el mundo y sobre mi persona, pero recuerdo que cuando mi avión
despegó, tuve una sensación de miedo muy extraña. Pensaba que la situación económica en España,
con una tasa de desempleo muy alta para los jóvenes, había creado un ambiente
malo para viajar y encontrar personas simpáticas.
Sin embargo, unos días después de
llegar a España, me di cuenta que no había podido estar más equivocado. Mi opinión cambió radicalmente cuando
encontré y hablé con la gente acerca de mi albergue juvenil. Es fácil pensar que los españoles son
deprimidos y que no tienen esperanzas para el futuro porque las estadísticas
muestran que el cuarto de la población está desempleada, y que la mitad de los
jóvenes no tienen trabajo. A pesar de
eso, los españoles con quien me llevé bien eran muy positivos y entusiastas
sobre el futuro del país. Les parecía
que podían aprovechar de esta situación para mejorar el paisaje social y económico
del país.
La anécdota que me emocionó más fue haber conocido a un chico joven
llamado Iker. Iker tenia veinticuatro años y se había graduado de arquitecto
hacía dos años. Me estaba explicando que aunque no encontraba trabajo en España
no se quería ir de su país. Estaba trabajando de entrenador de fútbol en el día
y de camarero por la noche. Aun así, mantenía una sonrisa en la cara y hasta me
invitó a cenar la última noche de mi viaje.
Así fue que me di cuenta que mis preconcebidos sobre los españoles
estaban incorrectos.
Jean-Julien Cordano